sábado, 25 de agosto de 2007

SAUL SOSNOWSKI: lo judío como dato adicional en la literatura latinoamericana


Judaísmo y cultura latinoamericana son una pareja de moda, al menos en los centros académicos norteamericanos. El dúo ha devenido ojo del huracán entre quienes prefieren concentrarse en las minorías y estimar las fisuras que germinan bajo los estratos dominantes. La literatura —tan desasistida bajo otras miradas— ha conseguido anclarse pródigamente en esta geografía, aportando datos de interés y, sobre todo, una perspectiva original que podría develar los nuevos rostros de la diáspora.
Saúl Sosnowski acepta gustoso la propuesta de abordar el tema, pero advierte que no se trata de hacer énfasis en una literatura «guética», pues lo judío es un dato adicional en el contexto de la literatura latinoamericana.
—¿Puede hablarse de una literatura judía latinoamericana?
— Sin duda en los últimos años se ha reconocido la existencia de un corpus creciente de una literatura producida por judíos en América Latina. Pero sus parámetros son diferenciables en la medida en que también es diferenciable una literatura que trabaja sobre otras minorías étnicas. Sin embargo, todo libro producido aún por judíos en América Latina es latinoamericano y su única diferencia con otros está en su interés por elementos judíos. Hay muchos escritores judíos en el continente que, simplemente, no tocan ese tema. Y tampoco se les puede exigir o recriminar por ello.
—¿Cuándo relacionar lo judío y lo latinoamericano?
—Sólo en la medida en que la literatura producida por judíos latinoamericanos vale la pena como tal, va a ser registrada a través de su inserción en el corpus latinoamericano general. Es decir, una obra literaria que sólo es reconocida por su identidad judía no ha entrado al circuito latinoamericano. Es ahí donde lo judío pasa a ser un dato adicional pero no necesariamente aquello que justifica la exclusión. Entonces no puede hablarse de una literatura judía, sino de una literatura latinoamericana que tiene elementos rescatados de la judería, pues tampoco es una literatura judía escrita en español. Hay un carácter cultural que confluye sobre esta literatura, eso puede verse en términos de contextos por literaturas nacionales.
—¿Una literatura sin fronteras culturales?
—Lo que no interesa es la literatura guética, aquella que está hecha para el consumo exclusivo de la comunidad o que habla muy ceñídamente en términos comunitarios. A quienes trabajamos en el estudio de la literatura lo que nos interesa es una escritura que se integra al corpus latinoamericano o a sus variantes nacionales, no necesariamente una literatura que sólo habla de varias cuadras a la redonda.
—Algunas vertientes pretenden decir que toda literatura escrita por un judío es ya literatura judía.
—Eso es discutible, pues una literatura que no tenga ningún tipo de referencia a contextos, elementos o motivos provenientes del judaísmo no puede ser una literatura judía latinoamericana. No creo que pueda hablarse de una literatura cristiana-latinoamericana. Es absurdo ese tipo de alianzas. Lo que si puede identificarse es la literatura escrita en los diversos países de América Latina por judíos nacidos en esos países que utilizan motivos tradicionales judíos, sea el uso de algunas palabras en hebreo o yidish, o lo que está relacionado directamente con una discusión de intereses minoritarios, comunitarios.
—¿Qué elementos podría establecer marcas «judías»?
—La marca del exilio ha llevado a algunos escritores a recuperar la marca de una historia judía. Hay cuestionamientos de identidad en el momento en que la identidad de esa misma persona es cuestionada por otros, es decir, ser judío o miembro de una minoría no es necesariamente sentirse como tal sino ser señalado por otros como tal. Muchos de ellos que se creían perfectamente integrados por ser legítimamente miembros de una nación, de pronto se dan cuenta que son ciudadanos de segunda. Al tomar conciencia de esa diferencia algunos de ellos han recuperado ese tema para elaborarlo un poco más. Pero también hay elementos dominantes que aparecen en la literatura de muchos judíos latinoamericanos y que tienen que ver con solidaridad, derechos humanos, respeto por la diferencia.
—¿Es una moda estudiar la literatura de judíos en el continente?
—Sin duda la moda nos ha afectado, pero al mismo tiempo está el hecho de que hay una conciencia clara de que la literatura no puede trabajar solamente sobre la producción de sectores dominantes. También puede trabajarse sorbe las fisuras y los márgenes, que es donde se instalan las minorías. El concepto de minoría está liado con relaciones de poder y la comunidad judía, al menos en Estados Unidos, no es vista como carente de poder. Sin embargo, la literatura tiene que ver con esos elementos cuando la leemos desde una perspectiva crítica. No soy partícipe de la lectura de textos literarios que prescindan del contexto en el cual han sido producidos.
—¿Hay elementos institucionales en esa supuesta moda?
—Se ha dado la confluencia de un corpus ya masivo, el reconocimiento de una veta diferenciada dentro de la literatura y el hecho de que se ha reconocido como algo que merece un estudio aparte. Eso lleva a que se publique más sobre ello. Y existen, como cosa fundamental el incentivo de la Asociación de Escritores Judíos de Habla Hispana y Portuguesa y del Latin American Jewish Studies Association, que tiene más de 300 miembros y se reúne cada 18 meses en los Estados Unidos.
—¿Hay nombres representativos?
—El continente está lleno de sur a norte de escritores judíos de magnífica calidad que muestran, consciente o inconscientemente esa presencia del judaísmo. Aquí mismo, en Venezuela, hay nombres de excepción, Isaac Chocrón, Alicia Segal, Elisa Lerner y de seguro tantos otros que no conozco.

Retazos vitales
Saúl Sosnowski nació en Buenos Aires en 1945. A los 18 el azar lo sorprendió cuando un señor que enseñaba yidish pasó por su ciudad y le dijo que en Estados Unidos había plazas vacantes para profesores. Sin temor al riesgo partió hacia el norte y todavía no ha vuelto. En Argentina e Israel había cursado estudios que lo facultaban para dar clases en escuelas hebreas primarias y secundarias, además del bachillerato, con especialidad en física y matemática. En Estados Unidos estudió historia y literatura e hizo cursos de cultura latinoamericana. Luego de doctorarse en la Universidad de Virginia llegó a la de Maryland en 1970: allí fundó el Centro de Estudios Latinoamericanos y la revista literaria Hispamérica. Ha publicado, entre otros títulos: La Cábala, la búsqueda del verbo; La orilla inminente, escritores judíos argentinos; y Lectura Crítica de la Literatura Latinoamericana, editado en Venezuela por la Biblioteca Ayacucho.


©Jacqueline Goldberg
Publicado en Nuevo Mundo Israelita en 1999.

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